Lo que cambió ayer
tendrá que cambiar mañana
así como cambio yo
en esta tierra lejana
tendrá que cambiar mañana
así como cambio yo
en esta tierra lejana
“La Navidad no es el sufrimiento de una nostalgia, sino el cumplimiento de una Promesa…”
Hoy anochece en Ortigueira a las 17:59 minutos, mañana lo hará exactamente a las 18:00 horas. Y un minuto es suficiente para cambiar la historia. Saben bien del anochecer los arrieiros, que de día non “oien misa, e de noite non durmen nada”. Anochecía en la Nochebuena de 1818 a la altura de Poupariña, junto al monte Caxado. Entre la nieve se adivinaban sobre el camino los surcos perfilados por las ruedas de los carrucos de leña a su regreso del mercado de Ortigueira. El aire frío de la noche se resiste bajo lonas de cuero prendidas en los fungueiros de un carro aparcado al abrigo inmediato al borde del camino. Una pequeña hoguera da calor a Josefa y Fabián que han tenido que detener su marcha porque ella aguarda la llegada de un pequeño. Fabián saliendo del improvisado refugio fue en busca de la comadrona, - zoqueando sobre la nevada y entre la espesa niebla – cree tomar la dirección del Freixo. Mientras camina, anhelando que pasase el invierno, el arrieiro entonaba:
Cambia el sol en su carrera
cuando la noche subsiste
cambia la planta y se viste
de verde en la primavera
cuando la noche subsiste
cambia la planta y se viste
de verde en la primavera
Son ya las 17:59 minutos… un resplandor ilumina su camino como si de una estrella fugaz se tratase. De pronto, se encuentra ante sus ojos con una enorme bola de la estación de rádar y telecomunicaciones de AENA. Cómo pasa el tiempo… 20 años no es nada… decía Gardel, pero 200 años son la repera… (Exactamente los mismos que cumple el repetidamente entonado Noche de paz) y Fabián se siente pequeño ante tamaña bola de navidad a la que no habría árbol que se le resistiese. Atravesando la entrada de la estación se acercó a golpear la puerta para pedir ayuda, acaso albergue para cobijar a su familia en aquella fría noche. La puerta se abrió sola y al acceder por ella se encontró en pleno Cantón de Ortigueira, que a modo de pasillo se abría a su paso iluminado de luces de Navidad. Todo a su vista era una novedad…
Se encontró saliendo de la empanadería a un pequeño muñeco de nieve de nombre Martín cargado con la compra, con un gorro negro, adornado con un acebo, y luciendo una bufanda de franela roja. Subía escapando a todo correr hacia la Magdalena… llegaba tarde, estaba en busca y captura por sus vecinos desde hacía semanas… había salido un tanto esmorgueiro. Cuando se perdió de su vista, Fabián, alcanzó a coger las bufandas de calceta que adornaban los magnolios del atrio parroquial y se los llevó pensando en abrigar al hijo que estaba por nacer. Fue entonces, cuando avanzando frente a la farmacia de Sandomingo lo increpó Carmen Barahona asomada al balcón de Fojo:
- ¿A dónde va con eso? Voy a llamarle a los municipales!!! – Carmen no advertía que éstos estaban demasiado ocupados en otros aparcamientos y menesteres.
El furgón de Pérez Polo estaba descargando muebles en las Tres Farolas con los cuatro intermitentes puestos. A Fabián aquel carro le dio temor, lógicamente que aquel no era el Ortigueira que había conocido… Todo cambia… cansado tomó asiento en un banco con más vida social que el de Loiba y conversando con el Coleirado le recordó que todo aquello eran “leiras”… -Carmiña Casariego, que bajaba en aquel momento para la tertulia del Ciclón, escuchando al arrieiro le repuso: - Leiras ahora está en la avenida Escola de Gaitas, frente a los juzgados, no tiene pérdida.
Todo había cambiado, donde antaño sonaban los martillos que herraban las bestias, ahora pandereteaban los grupos musicales. En las ruinas del castillo, ahora había un molino. La iglesia parroquial había desaparecido del Campo de San Roque, y hay que ver lo distante que han puesto el mar en este particular belén que ahora es Ortigueira… cada día está más lejos.
Todo cambia… ya lo decía Mercedes Sosa:
Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo
Siguió caminando hacia la Preguiza, en aquel minuto eterno que no pasaba porque el reloj del concello se había detenido. Dicen que una ortiga “do país” había bloqueado la aguja de los minutos en el 59. Todo era nuevo para Fabián, donde aquellas casas había recogido tantas veces algas para vender en los mercados. Fabián no daba crédito ni asumía donde se encontraba. Alzó la vista y contempló un enorme letrero que daba cuenta de la construcción de las mismas, en el mismo un año… uff, - “esto es el futuro”. Ajeno a todos los acontecimientos sintió no pertenecer a aquel mundo… en el fondo, cuando no asumimos el futuro ni el presente, dejamos de pertenecer a la realidad y nos convertimos, como Fabián, en una pieza ajena al contexto… como si hubiésemos viajado desde aquel 1818 en que se compuso el famoso villancico de una noche de paz como aquella.
Cambia el clima con los años
Cambia el pastor su rebaño
Cambia el pastor su rebaño
Cambia el más fino brillante
De mano en mano su brillo
Cambia el nido el pajarillo
Cambia el sentir un amante
Cambia el rumbo el caminante
Aunque esto le cause daño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño
Aunque esto le cause daño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño
Más allá unas pistas donde hacen algo que llaman deporte – y entre el deporte el pádel (que es el futuro), Fabián sólo sabía de trabajar… y ya no llegó ni a Morouzos, aunque los focos al otro lado de la ría, donde entrenaba el FC Ortigueira, llamaron su atención. Otro Fabio preguntaría insistentemente todos los domingos, dos siglos después, cómo habría quedado el partido.
Regresó por la calle Curuxeira donde Suso de Herrero y Guillermo Caula dialogaban sobre el paraguas “nuevo” de la coqueta estatua. Se dirigió a la Plaza de Isabel II… ¿quién habría sido aquella mujer? – se preguntó mientras se sorprendía levantando la vista hacia una palmera, especie verdaderamente fantástica para él. Se encaminó hacia la Alameda porque en la entrada de la calle del Príncipe encontró una señal con un hombre y un casco, que no comprendió bien qué significaba. Tantos cambios despistan, le quedaba mucho Ortigueira por aprender, mucho tiempo por recuperar, se sintió entumecido, lleno de contracturas, ciertamente que ponerse a punto iba ser difícil y aquello no lo solucionaba ni el masajista del Cantón.
Dirigiéndose hacia la Alameda un letrero luminoso anunciaba el Belén Parroquial de Ortigueira, aparecía que Iria-Friné había hecho el pregón de inauguración del presente año… aquello también era toda una novedad y aquella estatua de un gaitero al fondo era también diferente, y pensó: así deben ser los gaiteiros del futuro… algún día hasta se llamarán Ernesto, y hasta de Venezuela y de Murcia habrá gaiteros. Su abuelo le había contado de Araelas, precedente de Francisco Carballeira y Choumín de Céltigos (estos ya pertenecían a su posmodernidad), que alegraba los festejos de las localidades vecinas y acompañaba procesiones y romerías. Decía su abuelo que una gaita sin roncón era como una comida sin vino, y que con vino siempre se ronca mejor. Comenzaba lo que llaman Navidad, y los orteganos salían a tomarse el vino previo a la cena … entre muchos de ellos, no es cuestión de citarlos a todos, por la cuesta de la cárcel cubierta de nieve bajaban con atuendo de magos en carrilana Antón el fontanero, Luciano y Sousa… y es que, los tiempos han cambiado, y lo de teñirse de negro, ya pertenece al pasado.
Regresó hacia el edificio del Concello, entró por la puerta de la iglesia conventual, avanzó hacia el lateral donde estaba iluminado el belén, quedó contemplándolo apoyado en el comulgatorio. En ese momento el reloj del Concello marcó por fin las seis de la tarde. Notó que algo se desvanecía a su vista mientras escuchaba el villancicopuer-natus-in-bethlehem en la voz de los antiguos frailes dominicos del Convento de Ortigueira. Fueron sus últimos recuerdos de aquel espectacular viaje en el tiempo …al momento ante sus ojos estaba su mujer Josefa, en sus brazos un pequeño, una mula y un buey también le daban calor bajo aquella lona de cuero prendida en los fungueiros de un carro.
En 200 años de historia han cambiado muchas cosas, pero nacemos como Dios nació, descubrimos la promesa cumplida en nuestra historia de Dios con nosotros cuando llega la Navidad… todo cambia, pero el amor de Dios no cambia, por muy lejos que lo sintamos. No cambia su recuerdo por todos nosotros, su acompañarnos en nuestras alegrías y en nuestras penas… nace el Amor, lo único que verdaderamente permanece y no cambia.“Y es que la Navidad no es el sufrimiento de una nostalgia, sino el cumplimiento de una Promesa…”.
Feliz Navidad!!!
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Texto: Francisco Javier Martínez Prieto, párroco de Santa Marta
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