domingo, 29 de abril de 2018

Vibrante disertación sobre Elena Quiroga, a novela Viento del Norte e Ortigueira

Foto: María José Vilasánchez



O pasado venres  27 a Biblioteca Municipal de Ortigueira acolleu unha charla sobre a escritora Elena Quiroga impartida por Alfredo Torres Bouza, profesor de Língua e Literatura. O acto, organizado en colaboración coa asociación Terras do Ortegal, trata de poñer en valor a estancia da escritora na nosa vila en 1949 –van alá 69 anos- durante a cal redactou a novela Viento del Norte, gañadora do prestixioso Premio Nadal 1950.

Foto: David Rguez. Morado
A sesión literaria comezou cunhas palabras de Vanesa Trevín, concelleira de Cultura de Ortigueira, que enmarcou o acto nas celebracións do Día do Libro 2018, que tiveron como epicentro a Biblioteca Municipal, con charlas e concursos no colexio público José María Lage, así como entregas de libros nas diferentes parroquias do concello e na propia biblioteca por parte de María José Vilasánchez e Mónica Pérez Armada, directora e axudante da biblioteca.
Dando paso á charla en si mesma, o relator foi presentado pola escritora Obdulia Dopico, que repasou brevemente o curriculum e vida persoal de Alfredo Torres, revelando, entre outras cousas que colabora coa revista Terras do Ortegal como corrector lingüístico,  e que tal vez teña que aprender chino, dada a estancia naquel país asiático dunha filla sua.

Torres apoiou a sua disertación con imaxes da obra e a vida de Elena Quiroga, de quen destacou que foi a terceira muller elexida como membro da Real Academia Española. Dividiu a charla en tres partes:
Chalet que foi de Segunda Calvo
Foto: XMª Torres
a) Elena Quiroga entre os escritores da sua época
b) A obra literaria de Elena Quiroga
c) A novela Viento del Norte e a súa relación con Ortigueira.
Torres foi debullando con extensión e erudición –obxectivismo, realismo, crítica social…- a vida e obra de Elena Quiroga (1921-1995), nunha especie de lección magistral, como declarou ao final Luli Dopico.

A vida de Elena Quiroga transcorre por Santander, onde nace, a Casa Grande de Viloira (O Barco de Valdeorras), onde pasa unha feliz infancia,  Bilbao, Roma, A Coruña, Madrid –onde vive co seu esposo, o historiador e xenealoxista Dalmiro de la Válgoma, Secretario perpetuo da Real Academia da Historia- e Nigrán. Na cidade da Coruña vivía con seu pai, José Quiroga Velarde, conde de San Martín de Quiroga; nesta mesma cidade vivía tamén o ortegano Dámaso Calvo, irmao de Segunda Calvo, e amigo do pai de Elena Quiroga; Dámaso invitaría á escritora a pasar unha temporada en Ortigueira e escribir na casa de Segunda, unha señora, xa viuva, que vivía a mitade do ano nun amplo chalet modernista na nosa vila, e a outra mitade en Madrid.

Pazo de Brandaliz
Elena Quiroga aproveita a estancia, como ten revelado o xornalista Ramón Barro, para visitar as casas nobles da comarca, como o pazo do Souto, en Mera, solar da familia Pita, ou Torre de Lama, en Ribeiras do Sor, solar da familia Pardo de Lama, e sobre todo o pazo de Brandaliz, en Luama. Neste fermoso e antigo pazo, antigo solar dos Ponce de León, e propiedade hoxe da familia Teijeiro, situaría a escritora a acción de Viento del Norte. Torres presentou documentos procedentes do arquivo familiar de José Antonio Calvo que atestiguan o nacemento en Ortigueira da novela premiada co Nadal.

Torres finalizou agradecendo a atención con que foi seguida a charla, que se prolongou algo máis do previsto pola paixón do orador, que desde un principio acolleu con entusiasmo a proposta de divulgar e poñer en valor a obra da escritora Elena Quiroga, ligada para sempre, a traveso da novela Viento del Norte, á vila de Ortigueira, algo que tal vez debería ser obxecto dalgunha expresión conmemorativa.

mércores, 25 de abril de 2018

Elena Quiroga en Ortigueira. Su obra Viento del Norte eligió como escenario el entorno de nuestra villa






A mediados de los años noventa y no muchos meses ante de su fallecimiento, Elena Quiroga compartió en el Club de Periodistas Gallegos en Madrid uno de los almuerzos que nos reúnen mes a mes en torno a un paisano cuidadosamente elegido. Llevábamos tanto tiempo aguardando este encuentro que doña Elena se nos fue haciendo familiar y, más que esperarla, la añorábamos. Tras el fallecimiento de su esposo, Dalmiro de la Válgoma en 1990, Elena apenas salía de casa más allá de asistir a las sesiones de la Academia. De modo que esta “Xuntanza” tenía algo de festejo. Era la primera mujer que nos visitaba, venía adornada de su condición de académica de la Lengua (la segunda de la historia) y su obra -17 novelas- había quedado cumplida unos diez años atrás. Tenía, además, un aura de dama antigua y se había ganado el estatus social de venerado personaje de las letras. Accedió al salón con ese andar seguro tan propio del que siempre se siente en su casa y, a poco de pasar, nos dimos cuenta que le habíamos hecho pasillo.
Allí estábamos los orteganos Manolo Méndez y yo, como anfitriones especialmente interesados. Era, de algún modo, nuestra “invitada”, la autora, nada menos, de Viento del Norte, una obra recia, hija del naturalismo crepuscular y distinguida en 1951 con el Premio Nadal 1950 (sic). Era la primera novela importante que nos reconoce, nos menciona y nos describe amorosamente. Méndez y entramos a saco en los postres sobre su estancia en Ortigueira, Brandaliz, la ría y las corredoiras. Al no poder transcribir textualmente tu testimonio, los reconstruyo con la flaca ayuda de mi memoria, pero sin valerme de la imaginación. 

Elena, en Ortigueira
Contaba doña Elena que a finales de los años 40, cuando pergeñaba la que sería su segunda obra (la primera, La Soledad Sonora, vio la luz en 1949) su padre, Conde de San Martín de Quiroga, mantenía cercana amistad con el ilustre abogado, político y periodista ortigueirés don Dámaso Calvo Moreiras, a quien tenía al corriente sobre las aventuras literarias de su hija. 

Elena Quiroga na RAE
(foto García Pelayo, de ABC)
A la sazón, Elena tenía en el telar la que sería titulada Viento el Norte, a la que no acaba de dar término, al parecer –aunque, a los ojos de hoy, resulte un argumento embromado- porque La Coruña no daba tregua a su vida social. Elena necesitaba soledad y sosiego por un tiempo para “pasar a limpio” –ésta, sí, fue expresión suya- la obra. A don Dámaso se le abrió una luz: Elena encontraría el lugar de retiro adecuado en la casa de su hermana Segunda, ya viuda y sin hijos, bien lejos del ruido de la capital. Se trataba del conocido chalet de la carretera general de Ortigueira que años atrás nombrábamos como el “Chalet de Segunda Calvo”. El conde vio con buenos ojos la propuesta, la trasladó a su hija y ya tenemos a Elena con las maletas rumbo al Ortegal lejano y silencioso. Se ha escrito que Elena permaneció en Ortigueira unos meses.
La aurora reveló durante el almuerzo que la trama de la obra, ya bien aclarada, viajaba con ella a Ortigueira. No es difícil entender que así fuera, si rastreamos en las lecturas hogareñas de la joven escritora, donde no faltaría una copiosa muestra de novela realista-naturalista, de Flaubert a Zola, y a nuestros Pereda, Menéndez Valdés, Clarín y, señaladamente, Emilia Pardo Bazán, escritora que dejó este mundo el mismo año 1921 en que nacía Elena Quiroga de Abarca en la Casa Grande de Viloira, parroquia aneja a O Barco de Valdeorras, en la orilla izquierda (sur) del río Sil.

Abres las páginas de Viento del Norte al lado de Los Pazos de Ulloa, de doña Emilia, y encontrarás almas gemelas y las mismas pasiones imprescriptibles. El escritor Ramón Loureiro veía a Elena Quiroga como una “absoluta muestra en el arte de ahondar en lo más profundo del alma humana”. En efecto, emparejas las páginas deViento del Norte y las de Los Pazos de Ulloa, de doña Emiliay te saldrán al encuentro, como almas gemelas, parejos personajes fronterizos y las mismas pasiones imprescriptibles.

Brandaliz 
Si Elena traía consigo “ese peculiar universo que anidó entre las muy gruesas paredes de los pazos”, como también señalaba el citado Ramón Loureiro, faltaba asentar esa trama en el escenario más reconocible. Y eso lo encontró en Ortigueira. La autora se refirió ante los periodistas gallegos a sus constantes visitas al Pazo de Brandaliz. Basta leer la obra para darse reconocer esa influencia. Carlos Breixo añade que Elena Quiroga era visita frecuente también de las casas grades de los Pita en Mera y de los Maciñeira Pardo de Lama en Riberas del Sor. Lo que podría en un pazo era para ella material sabido.

Emparrado nos xardíns do pazo de Brandaliz
Brandaliz tiene una presencia privilegiada en Viento del Norte. No digo que se sintiera allí como en casa, pero tampoco era recibida como una extraña. Si seguimos la genealogía de nuestro Cronista Oficial, Carlos Breixo, sobre la saga de los Ponce de León, llegamos sin perdernos hasta el Brandaliz de hoy y su heredera directa (ver internet). Breixo parte del siglo XIV, con el matrimonio en Navarra de Carlos Ponce y Sancha de Vinarreta. En el siglo XVI encontramos a Gaspar Ponce de León, casado con Catalina Martiel, y alcalde de Ortigueira y Pontedeume, entre otras distinciones. Saltamos al siglo XIX y aparece la figura de Domingo Mones –nombrado en las crónicas locales del siglo por su obra de mecenazgo- que contrajo matrimonio con la ortigueiresa Manuela Ponce de León. La hija de ambos, Josefa Mones Ponce de León esposó con José María Teijeiro, y su hija, Josefa Teijeiro Mones se casó con el culto farmacéutico Pedro Castiñeiras Villarnovo. Ya más cercano a nosotros tenemos el matrimonio de Josefa Castiñeiras Teijero con José Teijeiro García, padres de la actual propietaria del pazo, Josefita Teijeiro Castiñeiras, viuda de Pedro Cea.
Para el vínculo de Elena Quiroga con el pazo de Brandaliz no es casual el hecho de que don José Teijeiro García, era pariente cercano de Manuel García Blanco, el que fuera marido de Segunda Calvo. Elena tenía toda Ortigueira a vista de pájaro.
Josefita Teijeiro tiene a sus espadas siete siglos de historia y piedra labrada, dando por cierto que la primitiva obra de Brandaliz se erigió en el siglo XIV, si bien no fue tomada como residencial habitual hasta el siglo XVIII por los Ponce de León, ya propietarios de la finca desde dos siglos antes, según datos del siempre disponible archivo de Carlos Breixo.

(Texto: Ramón Barro)



sábado, 21 de abril de 2018

Os trincados: unha fermosa páxina do transporte marítimo

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Os trincados, barcos de cabotaxe menor, ían de porto a porto costeando, percorrendo a contorna para abastecer a poboación. A súa orixe debe ser ben antiga; temos constancia de que, polo menos ao longo da primeira metade do século XX, foron esenciais para o transporte de mercadorías entre as nosas rías. 
Esta denominación provén do sistema de construción en calime, que xa era utilizada nos drakkars viquingos: as táboas do casco sobrepúñanse unhas nas outras (trincábanse). 
Primeiro móntase a quilla cos codastes de popa e proa (roda), despois aséntanse as táboas (banzos), que determinan a forma do barco, e logo fanse as cadernas (como se fosen as costelas), adaptándoas. 
Nas naves de casco liso (construción a tope) aséntanse antes as cadernas e logo fórrase toda a estrutura coas táboas.

En Cedeira, contra o peirao, o "Villa" que un día se esfumou indo para a Coruña cunha carga de leña, aló polo ano 1946. 
Os tripulantes nunca apareceran, tampouco o barco... tampouco a madeira que cargaba. Ao lado o "Melón", que se afundiu camiño de Sismundi (Cariño), a onde ía para ser reparado nos estaleiros. Aínda ben que desta non houbo vítimas!

Na vella praia de Cariño, o “San Luís” descargando viño nas pipas, maínzo en sacos, maquinaria en caixas... Na viaxe de volta levaría os tabais de sardiña que as conserveiras locais enchían arreo.
Ao fondo, o promontorio de “O Castro”, dique de abrigo natural que protexía unha vila e un porto emerxentes.
Á esquerda, un carro de rodas cambas, xa cargado (outro asoma á dereita, tras os tabais). Alén da moita xente que a carga e a descarga ocupan de seu, o impacto social da chegada a porto dun trincado faise evidente pola concorrencia de cativos, ociosos e gallofeiros que, malia estaren descalciños, sempre andaban cheos de ledicias e ilusións.


Autoría: texto de Antom Labranha, socio colaborador do museo "Mares de Cedeira"; fotografías do facebook de Lisardo; debuxo de Pepín.


sábado, 14 de abril de 2018

MULLERES E FÁBRICAS DE SALGADURA E CONSERVA EN CEDEIRA

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Mulleres da fábrica de Antonio L. Torres de la Ballina.
A primeira da esquerda é 
Consuelo Leonardo 









A chegada dos cataláns a Galicia no último terzo do século dezaoito foi dunha importancia tan grande, que moitos pobos costeiros galegos viron como as súas economías familiares se daban un respiro e conseguían, como foi o caso de Cedeira, unha axuda para chegar a fin de mes, sendo as mulleres as que non dubidaron en traballar nesta industria que lles permitía compatibilizar coas súas responsabilidades familiares .

Ficha metálica nº 140, propiedade de
Consuelo Leonardo, "A Coxa de Licos".
En Cedeira chegaron a existir 13 fábricas de salgadura e conserva nas que traballaban básicamente mulleres como fixas discontínuas, e dicir, traballaban cando había peixe para salgar ou para enlatar, descargando primeiro o peixe dos barcos e unha vez alí, escochaban, salgaban, prensaban, cocían ou enlataban calquera tipo de peixe que a súa empresa decidira traballar. É difícil atopar unha familia cedeiresa que non tivera unha irmá, nai, tía, aboa ou bisaboa que non traballara nunha destas fábricas.


Ao fío deste binomio muller-fábrica, interesa contar a relación laboral que se establecía, pois nalgunha destas fábricas, entregábaselle ás traballadoras unha ficha metálica
toscamente gravada onde figuraba un número e unas letras según conviña ao propietario da fábrica para levar a contabilidade e a organización. Cando as mulleres eran chamadas a traballar, pasaban pola oficina da fábrica e tomábanlle nota do número da súa ficha (fichaban).
Tal foi o coñecemento sobre a existencia das fichas, que moitas das traballadoras das fábricas de salgadura e conserva de Cedeira, poideron demostrar diante das autoridades das clases pasivas que posuían ficha de ter traballado nalgunha destas fábricas, o que as 

Membrete da fábrica La Magdalena, con oficinas
en Cedeira e Ortigueira
habilitaba para ser perceptoras dunha pensión do SOVI (Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez) que cubría aos traballadores /as que cotizaron antes de 1967.


Autoría do texto: José Antonio Rodriguez Arribe (Jose de Vigo), un dos fundadores do museo Mares de Cedeira, inaugurado en 2016.





luns, 9 de abril de 2018

ORTIGUEIRA INSPIRÓ A ELENA QUIROGA

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Elena Quiroga y Abarca, pocos recuerdan este nombre, pero estamos en el mes de abril, el mes en el que los libros son los protagonistas y, sin duda, uno de los logros más significativos de este tipo de eventos es el poder recuperar y sacar a la luz a aquellos autores que pasaron a residir en el mundo de las sombras.
Elena Quiroga nació en Santander y se crió en el pazo de sus antepasados, en el Barco de Valdeorras, al ser hija de los condes de San Martín de Quiroga, pero, duendes del venturoso destino por medio, algunos veranos de su juventud los pasó, por una amistad que aquí tenía, en Ortigueira; este fue un hecho fundamental para su incursión definitiva en el mundo de la literatura, y que pasaría a ser vital en el amplio término de la palabra.
Al igual que le ocurriera a José Luis Sampedro, al cual unos pocos días entre nosotros, y a raíz de unas ponencias en una edición de la Universidad Popular de verano, le bastaron para empaparse de información y datos, sobre todo visuales, en definitiva, inspiración, para darforma a una de sus mejores novelas: “Real Sitio”; a Elena Quiroga, sus visitas al Pazo de Brandaliz, situado en el barrio de Luama, privilegiado lugar con inmejorables vistas al pueblo y a la ría, le crearon tales sentimientos, hasta ese momento desconocidos, que 
necesitó de una vía de escape como solución al exceso vertiginoso de sensaciones recibidas, una especie desíndrome de Sthendal”, algo que, sin duda, encontró en la redacción de la novela “Viento del Norte”; en ella refleja con un hiperrealismo abrumador el paisaje del que disfrutaba, al igualque la forma de vida en una casa señorial de comienzos del siglo XX. El impacto que el paisaje ortegano le causó lo refleja en diferentes páginas de la narración, pues hace que el protagonista masculino, Álvaro, necesite del paisaje de la ría para aquellos momentos en los que la paz y el sosiego se hacen imprescindibles. Uno de estos párrafos puede ser clarificador:“Para él, la ría era un espejo de la vida. La miraba, y como si el agua aquella entrara por su venas, cogía la pluma, y con tinta del alma iba escribiendo la historia de las rutas jacobeas”. Entodo caso, el paisaje gallego, y sus gentes, será un tema tan común en sus novelas que se reflejará en la mitad de su bibliografía. Uno de sus críticos literarios diría, con motivo de sacara la luz una de sus obras, que “Elena Quiroga lleva en la masa de su sangre la emoción de Galicia”.

Con esta novela – ya había escrito otra bajo el título de “La soledad sonora” – consiguió el premio Nadal en el año 1950, lo cual fue determinante para dedicarse de lleno a lo que parecía una afición; tanto es así, que en los quince años siguientes escribió la práctica totalidad de sus obras, un total de diecisiete, con las que conseguiría también el premio a la crítica en 1960 con“Tristura”, o ser seleccionada para el Rómulo Gallegos con “Escribo tu nombre” en 1967, y cuyo premio final le fue concedido a Vargas Llosa con la novela “La casa verde”; a partir de aquí, sin embargo, se produjo un notable vacío en su producción, pero el trabajo ya realizado, junto a la innovación en las técnicas literarias (decía que escribía por libre) fueron suficientes como para que en 1984 la hicieran poseedora del sillón “a” de la Real Academia Española (apoyaron su candidatura Pedro Laín Entralgo, Carmen Conde y Gonzalo Torrente Ballester, íntimo amigo de la escritora), enfrentándose, ni más ni menos, a Juan Benet, el cual, hombre siempre vencedor, decidió no presentarse más, como me confesó en 1988, en una de aquellas agradables e interminables sobremesas, siempre presididas, como un amuleto necesario, por una botella del whisky reparador.

Elena Quiroga, por su trayectoria, decíamos, también consiguió ser finalista en 1988 del Príncipe de Asturias de las Letras, conseguido en esta ocasión por Carmen Martín Gaite, con la que también tuve la suerte de compartir más de una charla en otra de las“tierras inspiradoras”: Corcubión.
Una persona con una sensibilidad a flor de piel absorbe las zancadillas de la vida con un sufrimiento extra, y esto es lo que le ocurrió a nuestra escritora al fallecer en 1990 su esposo, Dalmiro de la Válgoma, abogado y miembro de la Real Academia de la Historia, suceso que la hizo recluirse y participar en menos actos públicos, aunque siguió asistiendo con esmerada puntualidad a los actos de la Academia. Sus últimos días los dedicó a escribir una novela, que ella definía como la que iba a ser su gran obra, y que no llegó a concluir, pero cuyo título es un reflejo de sus sentimientos extremos en los últimos días: “Grandes soledades”
En 1995, Elena Quiroga se vino a Coruña, donde residían sus hermanos, y donde cerró definitivamente sus párpados siempre abiertos para escudriñar con ansiedad infantil los paisajes, las personas que los habitaban y, por encima de todo, sus complejas interioridades, pero llevándose en su retina la belleza de la ría de Ortigueira, inspiradora de su trabajo y, por lo tanto, de su vida.
Como agradecimiento a su demostrado amor a la tierra gallega y, en particular, al paisaje ortegano, la Asociación Cultural “Terras do Ortegal” prepara un homenaje a esta autora de la posguerra, el cual se hará realidad el próximo día 27 de abril en las instalaciones de la Biblioteca Municipal de Ortigueira. Será un acto de reconocimiento en el que no sólo abriremos nuestros párpados, sino que, emulando la curiosidad innata de la escritora, todos nuestros sentidos estarán dispuestos para empaparse de Elena Quiroga en toda su plenitud.

(Texto da autoría de Manel Bouzamayor)