luns, 22 de xullo de 2019

Un homenaje a Elena Quiroga emotivo y musical.

Xosé Mª Torres, Carlos Acuña, Alfredo Torres, Amparo Quiroga
(con el micro), Bernardo Penabade e Irene Castro.
(Foto: Victoria Díaz)


El sábado 6 de julio Terras de Ortegal tuvo a bien llevar a cabo un homenaje en la persona de Elena Quiroga. Santanderina de nacimiento, pero gallega de corazón y vocación, le bastaron tan solo unos días de verano con nosotros, con la década de los 40 del siglo pasado tocando a su fin, para empaparse de lo que nuestra tierra le ofrecía, cual esponja sedienta, se empapó de tal modo de nuestros paisajes, absorbió sus olores y sabores, escuchó a nuestros paisanos que un fecundo lastre de información aderezado con sorpresivas sensaciones, iba ocupando su lugar en unos huecos ávidos de curiosidad.

A raíz de una visita al Pazo de Brandaliz, y ya situada en el chalé de Segunda Calvo, amiga de su familia, no dudó en soltar ese exceso de equipaje a través de una novela, Viento del Norte, aunque su título inicial fuera Tumbaloureiro, con el cual hacía referencia a los vientos de la zona, pero que fue rechazado posteriormente. Con esta novela se hizo merecedora del prestigioso Premio Nadal en 1950, siendo la segunda mujer que consiguió tal distinción después de Carmen Laforet, y este premio fue, además, el revulsivo para iniciar una fructífera carrera literaria y la consecución, por ello, de otro galardón que la colocaría para siempre entre los grandes: un sillón en la Real Academia Española. Por todo ello, los actuales propietarios de la vivienda, la familia Castro Iglesias, no dudaron en apoyar esta iniciativa al abrir de par en par el edificio a todos aquellos que decidieron sumarse a la iniciativa.
El acto, presentado por las siempre sabias palabras del profesor Bernardo Penabade, y que contó con la asistencia de numeroso público, y la presencia de Amparo Quiroga, sobrina de la escritora -que se desplazó desde Santiago a Ortigueira con su marido, el profesor Carlos Acuña Castroviejoconsistió en el descubrimiento de una placa situada en el cierre de la vivienda, y en la cual se recuerda a la homenajeada.

 Al acto se sumó la edición de un libro, Elena Quiroga y Ortigueira. Aproximación didáctica a Viento del Norte, en cuyo interior se lleva a cabo un resumen del contexto literario de la época en la que Quiroga se desarrolló como escritora, así como las técnicas narrativas del momento, para más tarde analizar la propia obra de la autora y finalizar con la verdadera razón de este homenaje: la relación de Elena Quiroga con Ortigueira.
El autor de este ensayo, Alfredo Torres, dirigió unas sentidas palabras a los allí congregados, y en ellas está recogido un hecho importante, y es que Elena Quiroga no es, sino, una integrante más del elenco de personas que encontraron en nuestro decorado vital una fuente de inspiración sin precedentes, esto es un hecho que ha ocurrido, cómo no, en todos los campos artísticos, pero hoy toca hacer alusión a la literatura, arte en el que se movió la homenajeada, y bien podríamos interpretar el acto llevado a cabo como el comienzo de una serie de reconocimientos en las personas de aquellos escritores que utilizaron su arte para dejar impreso el cariño y el impacto que les había causado nuestra tierra ortegana, fuente, al fin y al cabo, de inspiración sin igual.



Recordemos que Ortigueira está reflejada en los escritos de literatos tan dispares como Álvaro Cunqueiro (un simple ciruelo que en Mera crecía le hizo pararse a escribir un poema - una oda- para reflejar esa suerte de “síndrome de Sthendal” que le embargaba); José Luis Sampedro (con su novela “Real Sitio” casi concluida, su estancia en Ortigueira le hizo cambiar personajes y parte de la trama); José Ortega Munilla, padre del conocido filósofo Ortega y Gasset (a raíz de hacernos una visita, como político, le pareció necesario que la protagonista de su novela La cigarra naciera en esta tierra);… y qué decir de los nuestros, de aquellos que por haber nacido aquí ya llevan la impronta del arte literario en sus genes: Leandro Pita Romero, Armada Teijeiro, Julio Dávila, Federico Maciñeira, Antonio Rivera Losada... e incluso Obdulia Dopico, nuestra Luly, que desde su atalaya se limita a escuchar lo que la Ría le cuenta para, más tarde, hacérnoslo saber en unos breves pero jugosos y sabrosos relatos. A todos ellos, que han puesto en el mapa a Ortigueira con letras de oro, les debemos, como se ha hecho con Elena Quiroga, que sus nombres queden grabados para la posteridad, que no haya cabida para ellos en los almacenes del olvido, en caso contrario también estaríamos olvidando al alma mater de todo esto: Ortigueira y sus gentes, y, como sabemos, nada es reconstruible con unos cimientos a medio hacer.

Un hermoso acto, sentido, pero sobre todo musical, pues contó con la intervención de varios miembros -Pablo, Adrián, Marta y Cecilia (flauta travesera, clarinete, teclado y percusión) - del grupo Festa Rachada, que interpretaron varias piezas que dieron realce a un ya bonito acto.
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Texto: Manel Bouzamayor.

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