xoves, 18 de abril de 2024

“UN VIAJE POR LA PATAGONIA”. Un libro de Francisco Sánchez Aguado, ortigueirés de adopción

 




Jueves, once de abril de 2024, día de san Estanislao (obispo de Cracovia). «El calor recién empezó con fuerza y entusiasmo»y sentada en la vieja hamaca, tomando el sol después de ver el último episodio de “Los pazos de Ulloa”, abro el libro de Paco, extiendo sobre la hierba el póster que lo acompaña y me dispongo a viajar leyendo las aventuras y desventuras del autor del blog del viajero austral.

Subo al avión con los cuatro: Ana, Santiago, Mabel y Paco, y comienzo la aventura en Buenos Aires el 19 de octubre de 2007, paseando por la plaza de Mayo y descubriendo los encantos de una ciudad caleidoscópica en la que nunca buscaremos al pajarero cuando se pierda. Hay elecciones, carteles y pintadas: “Más escuelas y menos policía”, los argentinos dan por hecha la victoria de Cristina Kirchner y es patente la pobreza producto de la crisis económica del corralito.

Macho gigante
de pájaro carpintero

Partimos hacia la península de Valdés, elefantes marinos, pingüinos, ballenas australes con sus ballenatos y toda una gama de bichería que admiramos en las preciosas fotografías que ilustran el libro. Cuando estamos llegando al lugar más hermoso del mundo, a pesar del clima inhóspito y el viento tremebundo, cruzamos al Parque Nacional de las Torres del Paine y disparamos cientos de fotos.

Es hora de hacer la comida, cierro el libro, miro al frente y mis potíneas en flor dicen que no tienen nada que envidiar al próximo capítulo que seguiré leyendo al atardecer, y que también va de flores (Berberis heterophylla). El Calafate, una ciudad con nombre de planta, de la que comeremos sus frutos para volver, como dice la tradición tehuelche, y que es llamada también la ciudad de los perros por la cantidad de peludiños que vagan por las calles.

Capillita en memoria
de la difunta Correa

Cóndores, caranchos, chimangos y un águila mora se comen a una liebre recién atropellada, pero a mí me gustan más las capillitas dedicadas al Gauchito Antonio Gil y a la difunta Correa, una mamá del siglo XIX, Deolinda, que se puso en camino con su bebé, siguiendo los pasos de su marido, Baudilio Bustos, reclutado a la fuerza para participar en las luchas entre unitarios y federales. Perdida por los cerros, sin comida ni agua, murió en Vallecito con el hijo agarrado a su pecho y cuando la encontraron los arrieros, el bebé estaba vivo y mamando. Desde 1895 las gentes conmemoran ese milagro y dejan ofrendas con botellas de agua debajo de la humilde capillita.

El sol se pone tras la Capelada, dejo por hoy a los viajeros descansando camino de San Carlos de Bariloche, territorio de los chimangos, unos pájaros parientes de nuestros halcones, que se lo comen todo. En San Claudio quien se lo come todo es la velutina y el bicho del buxo (la oruga asiática Cydalima perspectalis).

Ya es viernes, 12 de abril, amanece un día espléndido en el Ortegal, dudo entre seguir leyendo o ver el primer capítulo de La Regenta. Escojo acompañar a Paco en su viaje, que se queda solo en el fin del mundo, en Ushuaia (Tierra de Fuego). Visitamos el museo Yámana para conciliarnos con los indios fueguinos y desmontar a Darwin que parece ser dijo que los habitantes de estas tierras se comían a sus ancianas antes que a sus perros en épocas de hambruna y es mentira.

Vamos de marcha por la senda costera del Parque Nacional de Tierra de Fuego, vemos el monte Olivia (me acuerdo de mi perra difunta, que así se llamaba) y hay que ir despidiéndose de tierras argentinas después de cruzar el mítico canal Beagle y fotografiar la cordillera de los Dientes, Puerto Williams y las hojas de lenga. Tenemos la sensación de estar muy lejos, pero como escribe el autor: «Cuanto más lejos, más cerca me parece estar de la esencia de las cosas». Hablamos con los árboles, con los pájaros: «Rayadito, párate quieto, que voy a fotografiarte para un libro precioso»y hasta con las piedras del camino hablamos…

Punta Arenas (Chile)

En Chile

Se acaba la carretera austral. Ya me estaba tardando llegar al Chile de Neruda, pero asuntos varios me reclaman, así que dejo de leer y recito a Pablo, mi amigo de juventud, mientras pelo las patatas para hacer una tortilla, también yo puedo dedicarle una oda a la cebolla o al gato que está triste y azul: «Cebolla. Nos hiciste llorar sin afligirnos».

Amaneció soleado el domingo 14, pero a las doce se cerró de niebla y hasta hizo frío por un momento. Así que la opción fue fácil, y para calentar el cuerpo y serenar el alma nos detenemos en el concierto de Quilapayún en Puerto Montt, y tras oír la Cantata a Santa María de Iquique (masacre de los obreros del salitre de 1907), un poco pesadita por cierto, paso a escuchar en el móvil las otras canciones que me recuerdan a cuando era joven, feliz e indocumentada (como García Márquez), y coreamos aquello de «El pueblo unido, jamás será vencido». 

Casa de Pablo Neruda
en Isla Negra


Hay un chaval que reparte pasquines:«Atención Castro y sus alrededores, ya se encuentra la señora Hilda, se pone a sus órdenes con 20 años de experiencia. Le ayuda a resolver sus problemas por muy difíciles que sean por medio de poderes espirituales… cura alcoholismo, impotencia sexual y alguna enfermedad desconocida. Todos mis trabajos son garantizados…». Okey, concertamos cita.

Y pisamos las calles nuevamente, el Palacio de la Moneda, el despacho con el cuadro de Salvador Allende, la catedral en Navidad y corriendito nos vamos a Valparaíso, a las casas del premio Nóbel, a Isla Negra que está llena de sus cosas y de caracolas en las que escuchamos el Pacífico que se pasa la vida cantando…

Paco, tenemos que marchar, a mí, que no me gusta viajar, se me hizo corto el camino de 160 páginas y más de 150 fotografías que dedicas a tus padres y hermana, in memoriam, y también a Mabel y amigos varios. Gracias por los kilómetros recorridos con tanto detalle. Es un honor que forméis parte de nuestro Club de Lectura, y también es hora de seguir viendo La Regenta y de pasear por Vetusta.



Luli Dopico

San Claudio, 16 de abril de 2024 

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Francisco Sánchez Aguado es doctor en Biología, fue profesor de Zoología en la Universidad de Alcalá de Henares durante nueve años y 
biólogo de la Junta de Castilla y León en Segovia durante 26 años, hasta su jubilación. En la actualidad vive con Mabel en el Baleo, y estudia en el IES de Ortigueira en el ciclo de Carpintaría e Moble.